Domingo J. González comenzó en el mundo del cortometraje codirigiendo en 2001 “Sirope de fresa” junto a Jonay García. Un cortometraje en vhs, con nada de presupuesto ni medios técnicos que se estrenó en el Aulario de Guajara en Tenerife. Ya como miembro del Aula de Cine de la Ull, conoció a Jairo López y Eugenia Arteaga, y a través de ellos y de Jonay conoció la Escuela de Artes Creativas Eduardo Westerdahl. Allí formó parte de un colectivo audiovisual, el Gabinete Audiovisual Miguel Brito, con el que firmó dos microcortos de 1 minuto (Desaparecer y Muerte alrededor) que formaron parte del cortometraje colectivo vida/muerte.
Algunos trabajos amateurs después, Jairo, Eugenia, Jonay y él decidieron crear Digital 104 para sacar adelante los proyectos de cada uno con la ayuda y el empuje de los otros y, además, seguir investigando en la creación colectiva. Dentro de Digital 104, dirigió en 2006 el corto OFF, que se estrenó en el Cine Víctor, y participó en los cortometrajes colectivos El plano, 03.27 am, Roto e Insecto. Ridícula es su segundo proyecto ‘individual’ dentro de Digital 104.
¿De dónde surge la idea para el cortometraje Ridícula?
Yo acababa de terminar el guión de «Como siempre«, nuestro anterior corto que dirigía Jairo Lopez, y que había sido un proyecto complicado de escribir, de muchos personajes y mucho diálogo y necesitaba un respiro. Así que uniendo varias imágenes que tenía en la cabeza y definiendo al personaje de Laura, una mujer de 40 años madre de familia que no quiere –o no puede- enfrentarse a sus responsabilidades, me lancé a escribir. Y salió casi sin esfuerzo un guión que aparentemente era todo lo contrario a Como siempre –se centraba en un personaje, había pocos diálogos, varias localizaciones, etc.-. Si escarbas un poco, aunque las dos historias no tengan nada que ver a priori -la edad de los personajes, su entorno y, por tanto, sus conflictos, son muy diferentes-, yo creo que no son tan distintos.
¿Pretendes de lanzar algún tipo de mensaje con este trabajo?
La verdad es que soy consciente de con cada cosa que haces lanzas un mensaje, quieras o no. Pero ni era mi intención a la hora de escribir ni me gusta el cine con moraleja. La historia de Ridícula es en realidad bastante ambigua. A mi me gusta decir que es un corto moral, porque el conflicto de la protagonista es moral, pero no es moralista, porque lo único que intenta es poner el foco en esa pequeña historia, en sus dudas y en sus errores o aciertos y no intenta juzgarla. Quizás lo que sí puedo decir es que, de algún modo, la historia habla del miedo a crecer, no por el simple hecho de cumplir años o de envejecer, sino porque parece como si la sociedad nos tuviera reservado un rol para cada edad y no pudiéramos escapar a nuestro destino.
¿Cómo ha sido la experiencia de rodar este cortometraje a diferencia de tus trabajos anteriores?
Pues ha sido increíblemente emocionante. Poder contar con un equipo profesional totalmente entregado a esa pequeña historia en la que llevaba trabajando durante un año ha sido cumplir realmente un sueño. Y además he tenido la inmensa suerte de poder ver cómo los personajes crecían en la piel, la voz y la mirada de estupendas actrices como Empar Ferrer, Aroha Hafez o Montse Germán, que aceptó sumergirse totalmente durante una semana de su vida en el personaje de Laura. Fue muy fácil trabajar con ellas y un auténtico placer, claro. Tenía la sensación de que podía trabajar relajado porque cada uno estaba haciendo su trabajo a la perfección y a la vez me exigía estar permanentemente concentrado en el mío para estar a la altura.
Sabemos que en este corto tratas la crítica social a determinado rango social, ¿ves en el cine un buen medio para despertar conciencias?
Bueno, el corto cuenta la historia de Laura y para ello nos enseña el entorno en el que vive, pero no creo que sea un corto social, ni mucho menos que critique a un “determinado rango social” como dices tú. Si critica algo es, como te decía, el peso que en la sociedad y por tanto en nuestras vidas tiene aún una moral tradicional que nos dice lo que debemos y lo que no debemos de hacer. Pero respondiendo a la pregunta, creo que el cine, como cualquier arte, es un medio ideal para transmitir ideas y despertar conciencias, claro. El problema es que hemos visto ya tanto cine que no vale intentar transmitir algo de cualquier forma. De hecho, tendemos a rechazar, o al menos a mí me pasa, aquellas películas demasiado didácticas, que parecen decirnos lo que tenemos que pensar. Creo que a estas alturas el único camino para despertar conciencias a través del cine es hacer creer al espectador que no lo estás dirigiendo, es presentarle una realidad y decirle ‘venga, juzga tú mismo, yo no voy a decirte que esto está bien y esto está mal’. La ambigüedad de la que hablaba antes no te garantiza que el que vea tu película piense igual que tú, pero por lo menos te garantiza que muchos van a detenerse por un momento a pensar en el tema y eso, en el mundo en que vivimos, ya es bastante.
Luego de terminar el rodaje y ver lo filmado, ¿cuáles son tus primeras impresiones?
Pues se lo decía durante el rodaje a alguien del equipo. Es la primera vez que en un rodaje, mirando por el monitor de la cámara, tengo la sensación de estar viendo una película. Así que supongo que eso es bueno. Las primeras impresiones son muy positivas. Estoy muy satisfecho del trabajo que hemos hecho todos, aunque aún estoy en medio del proceso de montaje y ya se sabe que es el momento de ir limpiando cosas, tomando decisiones, quitando cosas que no funcionan, viendo algún detalle que se puede mejorar… Y así es imposible tener una conciencia general de cómo es el corto. Todo llegará: trabajo y paciencia…